El 19 de junio del 2012 fue una
fecha imborrable para tres viajeros.
Llegamos a Tías, Lanzarote,
buscando A Casa y La Biblioteca de José Saramago y Pilar del Río.
Es una experiencia sencilla y
única que me gustaría contaros algún día; porque fue una de las más
enriquecedoras que hemos vivido. En una pequeña y sencilla casa sentimos el novel, la grandeza de sus
escritos, sus compromisos con los Derechos Humanos en el Sahara, con las
pateras, con el conflicto vasco, y hoy en día con la situación que estamos
sufriendo,... tantos compromisos de José y Pilar. Pero hoy es necesario hablar de
la fidelidad, de la lealtad, de la compañía. Hoy es necesario hablaros de
Camoens, un ser vivo en esta sencilla casa, que ya forma parte de ella por
siempre.
Camoens (llamado así por José
Saramago porque llego el mismo día que el importante premio Camoens a su casa)
está dormido con 18 años a sus espaldas, ciego y con la ausencia de su amo,
José Saramago desde algo más de 1 año.
Camoens es una institución en aquella pequeña y sencilla “Casa hecha de libros” que construyeron Pilar del Río y Saramago. Todo visitante sabe que desde que no está el amo, la casa y tus pasos son para la tranquilidad de Camoens. Todo el mundo es aceptado en aquella casa, pero sabes que hay que hacerle las cosas fáciles y no molestar a aquel cachorrillo cuyos mordisqueos están en la mesa de trabajo de José Saramago y que le acompaño 17 años. Hasta que se fue el amo. En A Casa de Saramago siempre hubo perros, y siempre perros recogidos.
Parece que Camoens, fiel a sus
amos hasta el final, espero a morir, a irse con su amo, a que llegara el ama.
Porque Pilar del Río llegaba en Agosto. Y Camoens la espero para despedirse.
Pero igual que al recorrer la
Casa, tomarte un café portugués, tocar sus libros y olerlos (esto era muy
importante para José, y siempre lo ha sido en mi familia, maravillosa
coincidencia) sientes fuerte la presencia del humanista y luchador José
Saramago, no imagino que en aquella casa no se sienta también la presencia de
Camoens por siempre.
Quizás cosas tan sencillas y
profundas merezcan ser contadas en los tiempos que corren.
